viernes, 2 de agosto de 2013

La chiquita piconera



La escena se desarrolla en el interior de una humilde habitación, con una joven sentada en una silla de enea que se adelanta sobre un brasero, sosteniendo en su mano derecha una badila de cobre con la que mueve el picón, el carbón. Una puerta abierta nos permite contemplar el fondo, con el paseo de la Ribera y el Puente Romano bajo un cielo de anochecer. El hombro desnudo, el incipiente nacimiento de los pechos y las bien torneadas piernas abiertas de la joven embutidas en medias de seda presionadas por ligas de color naranja constituyen la oferta de la muchacha para brindar su joven cuerpo a cambio de alguna moneda que la libere de su humilde condición. 

La chiquita piconera es el auténtico testamento pictórico de Romero de Torres al sintetizar toda su concepción de la pintura y el arte. Con una técnica casi fotográfica en el tratamiento de los planos, la modelo mira penetrante, no al infinito, sino de una forma directa y próxima, convirtiéndose en un cuadro expresionista ya que Romero nos transmite algo más que el placer de contemplar un bellísimo y original retrato; nos muestra el sufrimiento y la penuria de una joven que no duda en dedicarse a la prostitución para salir de su delicada situación. En definitiva, en esta obra se expone todo el arte del genial pintor cordobés que falleció en Córdoba, la ciudad que le vio nacer, al atardecer del 10 de mayo de 1930, a la edad de 55 años.



Ojos negros que me miran
ojos negros que atemperan
ojos negros , piel morena,
es la mirada de la piconera.

Brasas del amor buscado
en una vida tan efímera 
vividora de instantes
cincelados en terciopelos.

Braman solemnes las retinas
ante el cuerpo de Afrodita
diosa del amor, en las tardes
mortecinas del enero Califal.

Mirada inocente,
mirada que  provoca
mirada que implora
Mirada de seda.

Se nublan los cielos
ante senos fragantes
ante la piel ardiente ,
ante besos de placer 
ambiguo.

Por angostas calles
suben suben borrachos
los deseos de ambrosías
añorando placidas brasas.

Desenfreno a la luz 
de las almenas coronadas
y de un río que llora
por sus rosas olvidadas.

Mirada inocente,
mirada que  provoca
mirada que implora,
es la mirada de la piconera.